Dibujos
González Pascual fue un dibujante habilísimo, que unió la maestría técnica a una gran frescura en la intención. Realizó muchos dibujos preparatorios de toda su obra, pero también series completas en las que abordó temáticas que nunca trasladó al óleo: pescadores, labriegos, entornos rurales, escenas familiares, etc. Los dibujos le sirvieron como “momento” de creación, campo en el que resolver las dudas sobre obras de envergadura, pero también como liberación: espacio de expansión de todo lo íntimo, de todos los detalles y pequeñas anécdotas a que renunciaba en montes y retratos. Si toda su obra deja traslucir su personalidad, los dibujos resultan absolutamente reveladores de lo que amó y fue importante para él.
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Experimentó con prácticamente todas las técnicas, a excepción del carboncillo. Empleó, pues, lápiz de grafito, tinta china, acuarela, ceras, gouache, sanguina y rotuladores, con una clara preferencia por estos últimos, tal vez debido a su forma de trazar decidida y sin vacilaciones, y a la inmediatez y limpieza que quería obtener en sus dibujos. “Escogí intencionadamente la utilización del rotulador en posición vertical para llevar así la línea limpia hasta lo infinito…” (Faro de Vigo, dic. 75). Una línea que se va desenrollando, lenta y valiente, acusando cualquier mínima vibración de la mano del artista, recreándose en hierbas y helechos.
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Dentro de esta faceta de dibujante, hay que mencionar su colaboración en las ilustraciones de libros de amigos poetas, como los ya indicados de A. Avilés de Taramancos, y El cuervo en la ventana (1967) de M. González Garcés. Para este último, ilustraría diversos artículos periodísticos y la versión gallega del "Rubaiyat" de Omar Khayyam (1992). Prodigó también sus dibujos en revistas como la ya mencionada Atlántida, Ateneo, Tránsito, Nordés o Luzes de Galiza.
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